
Un espacio más vivencial que reverencial, apto para el desarrollo del conocimiento y la investigación y acorde a la calidad de su proyecto educativo institucional, será la nueva biblioteca de la Escuela de Ingeniería de Antioquia, la cual se construye en su sede de la vereda Las Palmas (Envigado) y que, se espera, estará lista a más tardar en marzo de 2018.
A Hernán Muñoz Vélez, el bibliotecólogo, le brillan los ojos cuando se refiere a los detalles de cómo será, pero quien se frota las manos es el rector, Carlos Felipe Londoño Álvarez, pues desde hace 15 años, dice, empezó a alimentar este sueño, que al fin verá cristalizado después de muchos esfuerzos.
“Desde hace tres lustros, cuando compramos el terreno en Las Palmas para construir la nueva sede de la institución, en los diseños reservamos un espacio para la biblioteca y el auditorio, que siempre ha hecho parte de nuestro plan de desarrollo”, recalca el rector, que lleva 20 años en el cargo.
Se declara un amante de los libros y por eso veía con preocupación que la actual no cumplía los requerimientos de los estudiantes de la EIA, que supera los 1.800 alumnos, pues su espacio es de solo 480 m2 con capacidad para atender a 80 personas a la vez.
La nueva será un edificio de cuatro pisos, cada uno con funcionalidad específica y un área de más de 3.000 m2, ligada a un nuevo auditorio, que también está en construcción y que tendrá capacidad para albergar a más de 600 personas, para un área total mayor a 6.000 m2.
El costo de ambas obras es de $20.000 millones, pero el impulso vital para hacerlas realidad lo dio el Findeter, que hace tres meses le hizo a la institución un préstamo de $9.000 millones, con los cuales se garantizó la ejecución.
“Teníamos un dinero ahorrado y este préstamo nos permitirá entregar las obras en el plazo estipulado”, indica Londoño Álvarez.
Construir bibliotecas es mejor señal de desarrollo que hacer cárceles o carreteras.
Así piensa Hernán Muñoz Vélez, jefe de la actual biblioteca de la EIA, que lleva el nombre de su anterior rector, Alberto Quevedo Díaz (ya fallecido). Muñoz Vélez señala que si a la actual acuden cada día más de 700 personas, entre estudiantes, docentes y empleados, no se imagina lo que pasará con la nueva, que la supera en más de 6 veces.
Será un edificio de cuatro pisos, cada uno de los cuales cumplirá una función específica. El primero estará unido a los laboratorios, con el propósito de que los estudiantes pasen de un lugar a otro con facilidad para desarrollar sus investigaciones. Será un espacio flexible, con mesas amplias para facilitar discusiones en grupo y el diseño de propuestas investigativas.
“Acá se rompe el modelo de las bibliotecas silenciosas, donde no se puede oír ni un murmullo, porque es imposible que un grupo de estudiantes cree un proyecto sin hablar ni discutir”, explica el bibliotecario, que desde el inicio ha participado en las discusiones sobre cómo debían ser los espacios y el amoblamiento, de la mano con los arquitectos y los ingenieros.
El segundo nivel será el espacio para la investigación. Allí se ubicarán las bases de datos y las colecciones (que suman más de 21.000 materiales físicos). En el tercer nivel estarán la hemeroteca, las revistas especializadas y las producciones de la universidad. En el cuarto funcionará el centro de publicaciones y será otro espacio que facilitará que los investigadores trabajen con total concentración.
Dice Muñoz Vélez que la obra recoge elementos de otros sitios similares del mundo y del país. El rector señala una en particular: la de la universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos, que conoció en una gira por ese país.
“La llaman la biblioteca del futuro, es de las más avanzadas del mundo y tuvimos en cuenta muchos aspectos de ella para la nuestra, que obviamente tiene unas dimensiones más pequeñas”, advierte.
Por estar en una zona rural, con árboles y un lago, se buscó que la construcción armonizara con su entorno. Tiene abundantes ventanales y será un lugar incluso abierto para la comunidad del sector, pese a que su público primario serán los estudiantes.
“Es un sitio muy verde, en una zona que tiene un desarrollo muy notorio a nivel del área metropolitana y el departamento”, indica Mauricio Restrepo, director de la planta física y quien coordina las construcciones.
En toda la zona, la única es la del centro administrativo de la vereda, pero no suple las necesidades de la comunidad, donde habitan campesinos, pero a la que cada vez llegan más familias de estratos altos de Medellín a residir en el territorio.
“Estamos en medio de los valles de Aburrá y San Nicolás, que en poco tiempo serán una sola área metropolitana, y los habitantes tienen esa falencia de carecer de un auditorio y un lugar para los libros, pero ahora supliremos esa necesidad”, dice el rector.
Mateo Palacio, estudiante de comunicación que reside en la zona, celebra que la comunidad pueda tener acceso por la carencia que tiene la vereda de espacios como estos.
“Bibliotecas grandes como tales por acá no hay, a veces nos toca ir a las de La Ceja, El Retiro o Rionegro, es un gran acierto de la EIA construir estas obras y abrirles espacio a los vecinos”, señala Mateo.
El reto, luego de terminado el edificio, será diseñar agendas culturales que convoquen a la comunidad.
“Lo ideal será que un joven de una unidad residencial del sector que necesita investigar pueda venir a nuestra sede a disfrutar la agenda cultural; que los padres que vienen a ver jugar a sus hijos en las canchas no se queden en el carro sino que se metan a la biblioteca a leer”, dice Muñoz Vélez.
Keiner González, estudiante de Ingeniería Biomédica, espera que el nuevo espacio les ofrezca mejores posibilidades, “porque a veces toca irnos para las casetas y eso no es lo ideal”, señala.