María Patricia Giraldo Ramírez es la alcaldesa de San Carlos, víctima y desplazada, protagonista del municipio con más retornados del país.
María Patricia Giraldo Ramírez es la mujer que ganó -y casi pierde- una alcaldía por 40 votos. La primera alcaldesa de San Carlos. La primera que ganó sin el aval del partido Conservador. La campesina. La abogada. La desplazada. La víctima de las guerrillas, de los paramilitares, del conflicto, de la guerra que empezó en 1998. La alcaldesa que hizo una campaña con 60 millones de pesos, con aguapanela -como dijeron-. La alcaldesa de los despojados del mundo.
Y dicen en San Carlos que Patricia llegó a la Alcaldía por los campesinos, que fue la gente de las veredas, los que volvieron después del desplazamiento, los que la apoyaron. En las casas del pueblo, casi dos años después, no se ha borrado su rostro pintado con aerosol y un mensaje, un llamado: Voto a conciencia.
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Una búsqueda en Youtube. Patricia tiene una camisa negra, el cabello no tan iluminado, la cara cansada, la sonrisa de siempre. Los campesinos la abrazan. Después los aplausos y su hermana Martha, la mayor, en primer plano, la que se vino de Itsmina para ayudarle con la campaña, la que compro dos motos; y su madre, Julia, la inspiración. Las abraza. Y entonces habla ante una multitud que grita sorda. Los invita a estar unidos y lanza una frase manida: "construyamos el San Carlos que todos queremos".
Y en un momento se fija en su madre -una cara en la multitud-, y cuando habla de la multitud sale una voz ronca: "Así es muñeca", y ella dice: "Mi Dios le pague madre... Una mujer humilde". Y da la gran promesa: "la platica en San Carlos no se va a perder".
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-La campaña de mi hermana fue muy humilde. Eso fue un milagro de Dios -dice Martha, la hermana mayor, la compañera, la de las peleas de cuando niñas, la creyente que no pierde oportunidad para un hacer un rosario.
Ahí están las dos, una mañana fresca de enero de 1988, en la vereda Santa Rita. Martha tiene ocho años y Patricia -Pato, Patico, repite la hermana mayor- siete. Las hijas mayores de Luis Alfonso y Julia -las hermanas mayores de Janeth, Andrea y Andrés- están felices porque han cambiado la escuela de la vereda. Allí estudiarán la primaria y jugarán hasta 1993, cuando se vayan para el pueblo a estudiar, a vivir en el Hogar Estudiantil Campesino.
-Recuerdo mucho la escuela, porque estrenamos. Fue una vida normal del campo. Encerrábamos terneros, ordeñábamos las vacas, recogíamos el café, porque mi papá nos daba el café que se caía al piso y la pasilla, entonces lo organizábamos y de ahí teníamos plata para el fin de semana. Era una vida normal del campo, le llevábamos los caballos a mi papá para que trajera el café, ayudábamos a mi mamá en las labores de la casa.
Mientras Martha recuerda entre risa y trauma los días -los meses, los años- que se sucedieron después de enero de 1993, Patricia disfruta de la memoria.
Como en la vereda Santa Rita no había bachillerato, las hermanas se fueron a vivir al pueblo. Julia, la madre, tenía claro que sin importar el costo, ellas tenían que estudiar, así que las inscribió en el Hogar Estudiantil Campesino donde pagaban 12 mil pesos mensuales y eran apadrinadas por un desconocido que bien podía estar en San Carlos o en Manizales, Caldas. No importaba.
Vino el rigor de la disciplina de los horarios de internado. Despertarse a las 5:00 de la mañana y arreglar el Hogar, o lavar las cocheras, o los corrales, y después bañarse y desayunar e irse para el colegio. Así pasaron los años hasta 1998, cuando todo empeoró. Undécimo grado y San Carlos parecía derrumbarse desde la base. El año de las tomas guerrilleras, de los paros armados, de la entrada de los paramilitares, los asesinatos selectivos, las masacres, los desaparecidos, la represa San Carlos que se tragó tantos muertos.
Uno de esos días, por un paro armado, las hermanitas Martha y Patico no podían quedarse en el hogar, así que se devolvieron caminando para la finca, trocha de tres horas, la trocha que recorrían todos los viernes.
-Patico era muy guapa para caminar, ella siempre iba adelante y yo detrás, casi llorando. Ella era muy guapa, y muy responsable, psicorígida. Pues al otro día del paro armado ella, como era tan afiebrada para estudiar, me hizo levantar a las 3 de la mañana para salir para el pueblo. Caminamos en medio de un aguacero terrible. Llegamos tarde al colegio, mojadas, y un profesor nos regañó. Nos pusimos a llorar hasta que nos pidieron perdón -dice Martha.
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Pastora Mira García -concejal hace tres periodos, víctima, viuda, madre de un hijo asesinado, madre de una hija desaparecida, activista, líder, la mujer que, sola, buscaba desaparecidos en las montañas de San Carlos- dice que apoyó la candidatura de Patricia, que se alegró como nadie cuando ganó, porque mijo -continúa-, era un proyecto hecho con las uñas, por las víctimas, por los campesinos, por los desplazados y cómo no va uno a apoyar un proceso sincero. Cuenta que la conoce desde que la alcaldesa tenía cinco años, que entonces Pastora era inspectora de Policía y la vio en la vereda cuando hizo el levantamiento de un asesinato y que era una campesinita hermosa. Y también habla del Hogar Campesino, recuerda sus familiares, el desplazamiento y su labor como personera del municipio.
En 2007 llamaron a Patricia para que reemplazara a la personera de San Carlos, que se encontraba en licencia de maternidad. Tenía que ocupar el cargo al día siguiente, dijo sí. En enero de 2008 los once concejales del municipio la ratificaron en el cargo. Una época crucial para la consolidación de San Carlos como municipio del retorno, del postconflicto.
-A mí me tocaron los últimos atentados que las Farc hizo en el municipio. Una vez mataron a un padre y a su hijo en un chivero. Eso hizo que la gente fuera muy demandante con la Personería, ahí empezó el retorno e hicimos un trabajo muy importante; también se adelantó el desminado -dice Patricia-. Todo eso fue un trabajo muy importante para ser alcaldesa, esto también les sucedió a otros expersoneros que ahora son alcaldes.
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"Los datos dicen, pero nunca explican", escribió la cronista argentina Leila Guerriero. Así, tenemos que entre 1998 y 2005 cerca de 20.000 personas abandonaron San Carlos, que sus 77 veredas quedaron desoladas, las casas abandonadas y adentro camas, nevera, estufa, se fueron tantos con solo lo que tenían puesto. De esos, conteo a mayo, han regresado 12.656 personas, que son 3.164 familias, el retorno más grande de todo el país. En 2008 el municipio decretó emergencia por los regresos -Patricia era personera, testigo de todo. Pieza clave.
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Cristian Andrés Mosquera Manco es el secretario de Gobierno de San Carlos, dice que una de las características que más definen a Patricia es la disciplina y la entrega, que muchas veces la ve almorzar mientras atiende funcionarios de la Gobernación, todo porque no tiene más tiempo. Que entra muy temprano a trabajar y se va muy tarde.
A esto se suma lo que dice su madre Julia:
-Ella siempre fue muy disciplinada, muy voluntariosa. Una vez, cuando era niña, yo le iba a pegar y entonces me dijo: "Y por qué me va a pegar, no ve que eso a mí me duele". Y entonces me desarmó. Ella siempre ha sido así, muy decidida y muy responsable.
-Mi hermanita me decía que ella quería estar detrás de un escritorio -cuenta Martha, y se ríe-, y que por eso estudiaba y se esforzaba. Y vea que sí.
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Fue el primero de enero de 1999 cuando Patricia se hartó de tanta violencia, de las tomas, de los asesinatos, de las desapariciones, y entonces se fue. Martha ya vivía en Medellín y la recibió. Meses atrás, gracias al buen desempeño en el bachillerato, Patricia había ganado la posibilidad de una beca, siempre y cuando aprobara el examen de admisión de la Universidad Nacional. Se presentó a Ingeniería Civil, no pasó.
Vivía en Aranjuez y luego llegó toda la familia, que después de unos asesinaos en la vereda fueron obligados a irse.
-Salimos con lo que teníamos puesto, no más. Allá se quedó la neverita, todo -recuerda, serena, Julia.
Allá se quedaría para siempre un baúl que Patricia escondía y en el que guardaba el anillo que su padre le dio cuando cumplió 15 años y otro que le regaló cuando se graduó; las cartas de sus amigas, los primeros cuadernos de cuando aprendió a escribir. Los objetos que ayudan al recuerdo, que se le esconden al olvido.
Empezó a trabajar. Vendió zapatos en un almacén de El Hueco, hacía parte de los cortejos fúnebres de una sala de velación. Se matriculó a Derecho en la Universidad Autónoma Latinoamericana; su madre, julia, creía que no podían pagarla, y para el segundo año casi que acierta, pero no. Luego vinieron las especializaciones, los diplomados, los litigios, la Personería.
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Los que dicen que la Alcaldía de Patricia se ganó con las uñas, no se equivocan. Como no tenían dinero, a Patricia y a Martha se les ocurrió rifar, con dos cifras, un Chevrolet Spark a 500 mil pesos la boleta. Se vendió todo el talonario de 100, con la suerte de que el número ganador fue el 02, el de Martha.
-Aquí hubo campañas de 1.000 y 2.000 millones de pesos, la mía no pasó de los 60 millones. Pero yo sí visité todas las veredas del pueblo, allá estuve. Nunca prometí nada, solo, que la platica no se iba a perder -cuenta Patricia.
Una de las primeras obras que hizo Patricia como alcaldesa, fue abrir de nuevo la escuela de su vereda, la de su niñez. La encontró caída, comida por el rastrojo, meses después envió un profesor, hoy se dan clases.
Mientras hablaba con Patricia en la pequeña finca de su primo, finca que estaba arreglando su padre, así como hizo cuando la alcaldesa era una niña con su propia casa, cambiando de año en año las paredes de bahareque por ladrillos; mientras hablábamos, digo, después de que ella almorzara un sancocho hecho por su madre, Patricia atendía las llamadas de sus funcionarios, les ordenaba que fueran a las veredas, les encomendaba. Su madre, al lado la aprobaba, la miraba orgullosa; su hermana le sonreía, escudera fiel. Entonces, en medio de la conversación, me dijo:
-Lo que les duele a los políticos tradicionales es que una aparecida, una campesina, les ganó la Alcaldía.
DICEN DE...
TIENE DISCIPLINA Y MUCHA ENTREGA
Cristian Andrés Mosquera Manco es el secretario de Gobierno de San Carlos, dice que una de las características que más definen a María Patricia es la disciplina y la entrega, que muchas veces la ve almorzar mientras atiende funcionarios de la Gobernación, todo porque no tiene más tiempo. Que entra muy temprano a trabajar y se va muy tarde. Es la que da ejemplo.
EN DEFINITIVAPor su labor como alcaldesa de uno de los municipios más azotados por la violencia, San Carlos, María Patricia Giraldo está nominada al premio Mujeres de Éxito, del programa Colombia nos Une.