ESTE NIÑO RESIDENTE en Barbosa, que sufre de Ictiosis o piel de pescado, tiene la ceremonia para el 8 de diciembre, pero no tiene el vestido ni dinero para fiesta.
Pocos sueños ha tenido en su corta vida Jáder Adolfo Uribe Ossa. Para su infortunio, carga con una enfermedad incurable conocida como "piel de pescado", llamada así porque todo su cuerpo se ve invadido por una costra que semeja las escamas de los peces.
A sus once años, al saber que su padecimiento no tiene remedio, se enseñó a convivir con él, ya no se atormenta y desvía sus preocupaciones hacia otras cosas, otros sueños.
"Ya me enseñé a estar así y no me pongo triste", comenta. Está lleno de ternura. Cada día y cada noche debe untarse en todo el cuerpo una crema antipañalitis sobre la piel; un tratamiento que no lo va a curar pero sí alivia un poco la picazón que a veces le produce el sol y disminuye las costras, especialmente en el rostro.
Pero en el resto de su cuerpo, las pomadas no surten mucho efecto. Jáder debe bañarse con jabón de avena, pues otros le producen dolor. Y aunque su mente funciona como la de cualquier niño de su edad, la enfermedad ha retrasado sus estudios. Apenas está en segundo grado.
"Me tuve que salir este año a la mitad, porque me dolían mucho las piernas y no aguantaba", cuenta el pequeño, que vive en la vereda El Tamborcito, de Barbosa.
Necesidades y sueños
La pobreza de su madre, que cuida de él y sus dos hermanos menores de edad, se arruma en una casita prefabricada que le donó una señora a través de la Alcaldía.
Poco espacio, para pocos enseres y nulos lujos (hay un televisor dañado). Él y sus hermanos duermen en una pieza de tres metros sobre un camarote metálico.
En medio de la estrechez, el niño programó para este 8 de diciembre su Primera Comunión. Es un sacramento que casi todos los niños reciben a su edad, pero él quiere hacerlo con todas las de la ley, porque lleva a Dios en su corazón.
"Yo me preparé bien, me estoy aprendiendo las nueve oraciones, pero me dan duro el Credo y la Salve". Esta última se le complicó más porque su papelito lo pisó un compañero y quedó borroso.
Pero lo agobia que para la ceremonia no tiene el vestido ni en su casa hay con qué hacerle la fiesta para celebrar el hecho, que lo tiene seducido, "porque es cuando uno recibe el cuerpo de Cristo".
Su madre, trabaja en casas de familia y los fines de semana en un restaurante, es cabeza de hogar, pues el padre de Jáder ya tiene otra familia y no tiene dinero para la fiesta.
Está en nuestras manos que Jáder pueda tener una Primera Comunión como él la sueña: con su casa llena de amiguitos, sus hermanos y algún juguete. O al menos el vestido, torta y comida para la fiesta.
Entre tanto, juega con lo que más le gusta: le arranca ramitas a un árbol que hay al frente de su casa y las tira a volar, "porque se deshacen muy bueno", dice. Jáder espera un mejor futuro. La vida ha sido dura con él, no cabe duda. Si desea ayudarlo puede llamar a su madre, Marta Ossa, al teléfono 313 2358714.