44 reclusos no perdieron el tiempo en la cárcel Bellavista durante 2011. Ganaron el año estudiando y hace poco obtuvieron su diploma de bachiller. Así fue la ceremonia de graduación en la prisión, que organizó el Inpec.
-Señora, yo conocí a su hijo en la cárcel -le dije luego de presentarme como periodista.
-¡Ay ¿Cómo así? -respondió la madre del recluso.
- Él me dio su número para que le contara cómo estuvo la ceremonia de graduación.
-No me diga... Yo tenía muchas ganas de ir pero... -le corcoveó la voz a doña Carlina y un sollozo se prolongó- déme un minutito por favor.
60 segundos de lágrimas invisibles a través del teléfono bastaron para recuperar el volumen de sus palabras.
-Lamento mucho no haber podido estar allá. Pero es que yo tengo 80 años, estoy delicada y solo puedo estar de pie un ratito.
-Ajá, él me dijo que no quería que usted de pronto sufriera, que quizás 'podría perder la ida o hacer fila, aguantar sol o hambre'.
-Cuando me dio la noticia de que iba a sacar grados, yo le dije: 'mijo, qué regalo tan grande nos vas a dar. ¡Bachiller a los 40 Esto es mejor que ganarse una lotería'. Es que el dolor ha sido tanto, tanto, tanto. Ni en mis pesadillas imaginé que uno de mis hijos cayera a la cárcel.
-¿Usted sabía que a su hijo le otorgaron una mención de honor en Bellavista?
-No... -hubo otro silencio que interrumpió.
-Por su sentido de pertenencia.
-Cuénteme, cómo fue.
-El evento estaba planeado para comenzar a las 10:30 de la mañana. Desde las 9 había una fila de abuelas, madres, esposas, novias, hermanas, niños y uno que otro hombre.
Algunas mujeres elegantes se devolvieron tristes mientras decían 'no hubo poder humano', 'no me dejaron entrar', 'no aparezco en la lista de invitados'. Las demás continuaron la ruta para cruzar la frontera. Guardaron las carteras, billeteras, comida y los regalitos de grado que varias llevaron por si acaso les dejaban entrar.
En la mano solo debía estar la cédula. Un guardián les manchó a todos el dedo índice derecho para que quedaran registrados en el libro de visitantes. Se desprendieron de relojes, cinturones y accesorios metálicos antes de ingresar a la requisa. Les pusieron el sello transparente en la muñeca y se abrieron las rejas.
Los graduandos estaban en el centro educativo ensayando lo que sería la ceremonia. Hubo un retraso porque faltaban miles de internos por el almuerzo y todavía bajaban con sus coquitas transparentes a reclamarlo en el bongo.
Aproximadamente a las 11, un recluso hizo las veces de maestro de ceremonia, dio la señal para que sonaran las marchas y los himnos protocolarios en la capilla, ese lugar de gradas que parece un teatro, donde dan la misa y donde los presos esperan cuando los guardias se toman los patios para la requisa.
-¿Había mucha gente? -me preguntó.
-Pues, los demás estudiantes de grados inferiores que también están descontando días de su condena mientras estudian. Los familiares invitados. Estaban el director y el subdirector de la cárcel Bellavista, el rector del Colegio León XIII, profesores, sargentos y dragoneantes. Había dos gradas repletas de bachilleres. En total fueron 44 pero a esa hora 28 recibieron el diploma.
-¿Y cómo estaban vestidos?
-Tenían toga y birrete.
-Ay no, yo no le puedo creer.
-Sí, era verde oscura con blanco y amarillo.
-Me pesó no haber ido a acompañarlo...
-Solo dieron tres menciones de honor. Gustavo Calle fue el primero que nombraron. Salió al frente y todos en el auditorio le aplaudieron, su hijo miró con orgullo para todos los lados como tratando de encontrarla... parecía feliz.
'Más vale en cárcel que nunca'
-Lloré porque yo quería estar con él y supe que estuvo deprimido -me cuenta a través del auricular otra madre ausente- a pesar de todo es nuestro hijo. Él nos contó que ocupó los primeros puestos pero yo quería escucharlo de las directivas de la prisión. ¿Cuénteme, cómo estuvieron los grados?
-La capilla estaba decorada con bombas anaranjadas, moradas, azules. Se escuchaba el susurro de las palomas que anidaron en el techo. Había un par de arreglos florales con girasoles en el centro. Y tres banderas izadas.
-¿Cuáles?
-La de Colombia, la de Antioquia y la del Inpec.
-¿De qué color es la del Inpec?
-Tiene tres franjas de colores blanco, rojo y negro.
-¿Negro?, jm, ya me imagino qué debe simbolizar... mi hijo entró a un mundo muy oscuro. Por eso me parece un gran logro. Me hace pensar que a pesar de las neuronas que ha quemado con su vicio todavía es capaz. Que ya no solo puedo esperar malas noticias de él -relata Diana- él me dice 'mami yo me miro en el espejo y no sé esos 10 años dónde se me quedaron. Qué pasó. Cómo sucedió. Cuándo me perdí'.
Hace una década debió haber sido este grado. Yo he sido muy fuerte con él, cuando me llamó por primera vez de allá le dije: 'Hola hijo, ¿cómo estás?, ¿muy contento en la cárcel?, supongo que sí, allá está con su familia, con sus hermanos, con los amigos, claro, como ese fue el proyecto de vida que usted escogió...
Y vea, ahí tiene los resultados, ya alcanzó su norte y se graduó de la carrera más fácil y cortica. Para mí es tan duro Jorge, pero tengo que aceptarlo, aunque ése no fue el ejemplo que te dimos, esto fue para lo que quisiste ser bueno y lo lograste.
Que te vaya muy bien en estos 108 meses de encierro. Ya vas a ver que la cárcel no es la casa. Ojalá empecés a extrañar el agua caliente, la cama, la comida, la tortica de cumpleaños, la familia'.
Aunque traté de ser fuerte, a los dos meses no me aguanté y lo visité -continúa entre un suspiro- no se deja de ser mamá tan fácil. ¿Verdad que fue el único que estuvo solo en la ceremonia?
-Hubo otra madre que no pudo ir. Y algunas mujeres a las que no dejaron entrar. Pero, la verdad es que la mayoría sí tenían compañía.
-Creo que habría llorado tanto si hubiera ido... Claro que lloré más aquí sabiendo que no estuve. Cuando hablé con él le dije, 'sabe qué Jorge, repita el año mijo para yo poderlo ver graduar'.