Este barrio del nororiente ya no es ni el basurero ni el imperio de las milicias. Es un sector pacífico y moderno.
Antes, entrar a Moravia era como llegar a un pueblo: la música sonaba fuerte en las cantinas y la vida giraba en torno a toldos que invadían aceras y calles. Hoy ya no hay tantas ventas, se ve el orden y suenan más reguetón y vallenato que rancheras y salsa.
Es un barrio moderno, generoso en sus espacios, con calles anchas y pavimentadas y un parque lineal -La Bermejala- que lo cruza desde Carabobo hasta el río. Es raro ver un rancho. Los niños juegan en las calles y tal vez hay menos miseria, pero seguro hay menos miedos, menos llanto.
Las hermanas Blanca y Gladys Rojas han sido testigos de esa historia. Les tocó el Moravia de los años 60, cuando entre cañaduzales emergieron ranchos. Vivieron agites con la Policía en tiempos de las invasiones y padecieron la zozobra de los 80 y 90, cuando las Milicias Populares mandaron.
Maridos "encanados"
"Llegamos el 5 de febrero de 1964, mi papá vino a trabajar desmalezando un lote, hizo su rancho y así fueron llegando más", cuenta Blanca Libia, de 69 años. Gladys recuerda que una noche la Policía metió a varios maridos al calabozo, "dizque por sabotear una reunión de la acción comunal, pero fue trampa del presidente porque no lo apoyamos".
Con el morro como basurero, el barrio se llenó de recicladeros y se volvió refugio de afrodescendientes. Con las Milicias, emigró mucha gente, "unos a otros barrios y otros a la eternidad, porque ejecutaron a muchos".
Para soñar el futuro
Hoy, sin estar en la gloria, hay más sosiego. Lo ratifica cada ciudadano en cada calle. Como Humberto Vélez, que con las reubicaciones por la recuperación del morro no quiso irse, prefirió un tercer piso más incómodo en el mismo barrio con tal de seguir andando por las mismas calles.
"Yo no cambio a Moravia por tranquilo, a pesar de los arriendos que se han vuelto tan caros", advierte.
Aún así, con la carestía, no quieren emigrar. Ni el comerciante Fredy Zuluaga, que extraña a los clientes del Oasis, que "eran los que compraban". Ni Estiven Hurtado, que con 12 años y descalzo, en la cancha y las calles alimenta el sueño de volverse futbolista. Ni Elisa Valderrama, una afro de 6 años que será secretaria y le comprará una casa a la mamá. Una casa en el mismo barrio.
Ya no hay llanto. No hay basura. No hay zozobra. Ya no habrá que emigrar. Hay flores abundantes y senderos para pasear. Pero Elisa no sabe que allí la vivienda más pequeña no baja de 50 millones y las más grandes, de 4 pisos y hasta con enchapes en mármol o cerámica, "llegan a valer hasta 500 millones", le recuerda un vecino, uno que anda por ahí evocando el ayer...
PARA SABER MÁS
PROGRESO LABRADO PASO A PASO
Hace seis años se construyó el Centro Cultural de Moravia y con él llegaron el parque lineal La Bermejala y la pavimentación de muchas calles. Este sitio ha marcado el sendero de la pacificación y el renacer de la cultura en un barrio poblado por emigrantes chocoanos. Hoy es referente de la recuperación urbana de Medellín, comenta Elsy Torreglosa, líder comunitaria y guía turística del Centro de Desarrollo Empresarial Zonal. Antes, dicen sus viejos pobladores, el barrio se llamó El Zancudo, luego Fidel Castro. Está próximo a inaugurarse un jardín de Buen Comienzo. Por tantos motivos, está de fiesta, celebra su 4a. Semana Cultural. Todos se la gozan.
EN DEFINITIVA
El barrio Moravia, que marca el comienzo de la comuna Nororiental, es tal vez el que más obras de desarrollo urbanístico ha tenido en los últimos años. Acaba de celebrar sus cuartas fiestas.