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Isabel dejó las drogas y las calles y ahora tiene su empresa

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La historia de esta políglota habitante de calle tuvo un final feliz, luego de dos años de resocialización.
Ella, que era todo llanto, ahora ríe a carcajadas, está cachetona, robusta y de un semblante feliz. La misma mujer que hace dos años rodaba por las calles cargada de amargura, hundida en el dolor y las drogas, como un alma en pena, hoy canta, besa a su amado con pasión y ternura y dice que se siente enamorada de la vida, de Dios.

Isabel Dygnori Higuita Herrera , ex habitante de calle, políglota y madre de dos hijos, resume su vida con sabiduría: "mirar atrás sí, porque eso no lo puedo arrancar de mí, pero no para devolverme ni dar pasos atrás, sino para construir mi futuro, necesité ese infierno para conquistar el cielo".

Hace dos años, Isabel vagaba por las calles. Cargaba un pasado triste que empezó cuando en un accidente perdió a un bebé que llevaba en su vientre y el impacto fue tan grande, que en su corazón no cupo nada más que la amargura. Echó al olvido a sus dos hijos, sus recuerdos como guía de turistas en Cartagena y los cinco idiomas que aprendió en la Universidad Antonio Nariño, de Pasto.

"Yo quería tener a mi bebé, lo perdí, se quedó quietico, no se me movía". Entonces, quiso morir con él. El asfalto, las noches y las drogas la volvieron una sombra más perdida en el laberinto de las calles. Y como les pasa al 99 por ciento de los habitantes de calle, tocó fondo. Pero como más abajo del fondo no hay dónde caer, hace dos años Isabel sacó su última fuerza. Se propuso recuperar a sus dos hijos, consciente de lo difícil que era dejar la adicción.

Una puerta se abrió, la misma que se les abre a todos los habitantes de la calle de Medellín que quieran resocializarse.

"Llegué al centro día decidida, me acogieron, tuve recaídas pero regresé y gracias a Dios hice todo el proceso hasta recobrar la libertad".

Libertad que se resume en una vida feliz. Isabel cumplió todo el proceso, no volvió a ingerir drogas, recuperó su hogar y hasta se enamoró por tercera vez a sus 47 años.

"Este hombre -Guillermo Vásquez- me enamoró por su ternura, por esos ojos, su porte (1,75 contra 1,55) y porque entiende mi problema y es mi soporte", dice Isabel, que ya tiene hasta negocio propio: el programa de resocialización le dio capital semilla, una vitrina para vender mecato y café en la UAO de Beléncito.

Isabel Dygnori, quien habla y escribe en 5 idiomas (inglés, italiano, mandarín, japonés y español) y cuya historia contamos el 2 de mayo de 2010 en este diario, es un ejemplo de mostrar de este proceso, que en unas semanas graduará a 30 habitantes de calle más.

Lucas Arias Vélez , médico coordinador del Sistema Habitante de la Calle de la Secretaría de Bienestar Social, celebra como un triunfo cada proceso que llega a feliz término.

Hoy tenemos 70 en la sede de Prado Centro. Allí viven, se capacitan y alimentan, para luego pasar a la sede Campo Valdés, donde aprenden un oficio y a manejar su propia vida y su dinero, que es lo más complejo. Hay 180 en esta etapa.

Arias dice que para todos los habitantes de calle de Medellín, unos 4 mil, según el último censo, la puerta está abierta. Es un proceso que tarda unos dos años, pero de los que egresan hay una estabilidad del 95 por ciento. Muy pocos vuelven a las calles. Hay finales felices.

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