El campesino de Briceño y su hija de 13 años se recuperan de sus heridas de la explosión, pero afrontan más dificultades.
Los últimos tres días han sido los peores en la vida del campesino José Apolinar Jaramillo . Su hijo de 15 años murió destrozado por una mina antipersonal en Briceño, mientras que él y su hija de 13 años soportan dolorosas heridas por las esquirlas de la explosión.
Del sepelio de su muchacho, quien tuvo el infortunio de pisar el artefacto explosivo instalado por las Farc en un camino de la vereda La América, solo sabe que fue muy concurrido por la conmoción que causó el accidente en la comunidad.
No ha tenido tiempo de hacer el duelo y lo entristece no haber podido estar en las honras fúnebres de su hijo, el pasado miércoles. Desde el día anterior, cuando ocurrió el hecho, está en Medellín recuperándose de las lesiones y cuidando a su hija de 13 años, que sigue hospitalizada por las heridas de esquirlas en su rostro y cuerpo.
Según los médicos, la menor está fuera de peligro y salvo las lesiones en su piel, no presenta más afectaciones de gravedad, como suele ocurrir en estos accidentes. Muchos sobrevivientes de minas antipersonal quedan invidentes o sordos por efectos de la onda explosiva. Daniel Ávila Camacho , director del Programa Presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal, indica que "la ruta de atención a las víctimas de estos artefactos establece que tienen derecho a recibir un tratamiento sicosocial para prevenir traumas sicólogicos por la experiencia traumática que vivieron".
Dolor y dificultades
El campesino de Briceño no solo enfrenta las secuelas físicas y emocionales de la trampa mortal que se les cruzó en su camino, sino que ya empezó a padecer el drama de las víctimas de esta arma utilizada por la guerrilla en Colombia (9.755 víctimas desde 1990). Es el segundo país con más casos en el mundo después de Afganistán.
El pasado martes, el mismo día del accidente y tras el traslado desde Briceño a Medellín, José Apolinar tuvo que dormir en el piso de un hospital. "No había camas y como no conozco la ciudad y hace años no venía, no tenía dónde quedarme", dijo.
Ayer, después de una intervención médica para retirarle esquirlas, debió separarse de su hija y dirigirse a la Registraduría para sacar la nueva cédula de ciudadanía, que le exigieron para los trámites legales del proceso. Así podrá acceder a las ayudas establecidas para las víctimas de minas. Lo que tenía era el viejo documento que ya no aceptan en ninguna oficina.
Del accidente recuerda que caminaba con sus hijos por una trocha cuando sintió una explosión que lo levantó del piso. Por unos segundos no vio nada. Al recobrar el conocimiento buscó a sus hijos y no los vio.
La última imagen de su hijo le produce sollozo: "Caminé y la niña estaba llorando y luego encontré a mi hijo con las piernas cortadas y el brazo deshilachado... murió en mis brazos".