Una decisión de la Supervigilancia tiene frenado este programa que apoya a los vigilantes de barrio.
Malos días están pasando los vigilantes de barrio, aquellos que, a la usanza antigua, andan en bicicleta por las calles de ciertos sectores pendientes de que en el vecindario haya calma, que todo ande bien.
Su mal momento tiene que ver con la decisión de la Alcaldía de Medellín de suspender, por ahora, el programa Vigías, mediante el cual les daba apoyo a 19 asociaciones que agrupan a cerca de 900 vigilantes.
La parálisis del programa nace en una decisión de la Superintendencia de Vigilancia, que ante una consulta de si ellos podrían funcionar como cooperativa de seguridad, en noviembre del año pasado dio un concepto negativo, motivado en que la labor de prestar seguridad en las calles es función exclusiva de la Policía y de los cuerpos de seguridad.
Esto le indica al actual secretario de Gobierno, Mauricio Facio Lince , que su dependencia no los podría utilizar y acoger para la estrategia de seguridad de la ciudad, como se ha hecho desde hace 8 años, cuando inició el programa.
"Estamos esperando la segunda instancia y basados en eso se evaluará el proyecto, que pasará a la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Esta en su momento tomará decisiones, pues es un tema con connotaciones muy complejas desde la seguridad".
Su Secretaría, dejando en suspenso el programa, quiere evitarse líos jurídicos a la espera de un pronunciamiento que dé más claridad sobre la actividad que podrían ejercer.
¿Confusión?
Para Gabriel Holguín , coordinador de Avizib -Asociación de Vigilantes de la Zona Industrial de Belén-, Facio Lince tiene una confusión en la interpretación del concepto de la Supervigilancia.
"Fuimos un grupo que quisimos formar la cooperativa y hasta hicimos un préstamo para acreditar un capital, pero los vigilantes en Medellín son 900 por todos y no están afectados, lo que la Supervigilancia dijo sólo cobija a 170", opina Holguín.
El apoyo de la Alcaldía es clave para ellos, que además de ser vigilantes cuadra a cuadra, ejercen labores de aseo, disuasión y apoyo a los vecinos en tareas cívicas de corte barrial.
"Nosotros trabajamos sin seguridad social, no tenemos salario sino que lo sacamos de las cuotas voluntarias que da la gente, y no todos la dan, algunos ponen 10 mil pesos cada 15 días", explica Darío Bohórquez , coordinador de Asovicor, que presta servicios en el corredor de la carrera 70.
Bajo esta circunstancia, el apoyo oficial es vital para ellos, pues con él obtienen dotación, uniformes, capacitación, "y el reconocimiento de la gente, que nos ve legales y confía más en nosotros".
Los Vigías trabajan de la mano con la Policía, que valora sus esfuerzos. Lo admite Yed Milton López, comandante de la Policía Comunitaria, que sin tenerlos como un grupo especial dedicado a luchar contra la delincuencia, los ve como aliados en el plan de vigilancia.
"Para nosotros su actividad ha sido provechosa en la seguridad. Con ellos ha habido muchas cosas buenas, porque tienen contacto las 24 horas con el entorno, se enteran de cosas, avisan a tiempo y podemos actuar", subraya.
La mayoría de integrantes de estas asociaciones son adultos, cuya edad ya no les alcanza para integrar cuerpos de seguridad privada, de allí que gran parte de sus actividades son más cívicas que de seguridad.
Tienen mística. Aún sin apoyo oficial se les ve sin armas, sólo con sus radios y uniformes, pedaleando de calle en calle, atentos a que nada perturbe la tranquilidad de los vecinos.
LA MICROHISTORIA
JUAN BAUTISTA ES UN EJEMPLO
Con sus 42 años, Juan Bautista Ramírez, de la asociación Asovicor, de la carrera 70, agradece que no está casado, pues con lo que gana como vigía de barrio le sería difícil sostener una familia. "Yo fui reciclador y hace unos dos años entré a esta asociación, me gusta lo que hago, pero lo que gano es poco". Las contribuciones voluntarias de los comerciantes de su zona deben repartírselas entre ocho integrantes de la asociación. A veces no le da tiempo ni de almorzar, pero sigue, porque ama su trabajo, según dice.