La gente se queja por ruido, droga y otros excesos. Dicen que la Alcaldía no toma medidas.
Los carteles de 'se vende' o 'se arrienda' pegados en fachadas de casas y de algunos apartamentos, más las voces de los que se atreven a protestar, indican que los habitantes de la calle 33 están siendo sometidos a un desplazamiento forzoso, no por la violencia, sino por la rumba.
Las puertas cerradas, más la oscuridad en balcones y en ventanales dan a entender que las pocas familias que aún quedan en este tradicional sector de Medellín estuvieran intimidadas. Lo que les ocurre es que le hacen el quite a tanta algarabía.
En la carrera 80C, una de las residentes que se atrevió a hablar indicó que los dos negocios ubicados en ambas esquinas de la 33 no los dejan dormir. Así es siempre jueves, viernes y sábados, después de las 9 p.m. Al frente, en otro local, la música en vivo se emite desde un antejardín habilitado como tarima.
Unos metros hacia el oriente, un empleado destaca que la Policía verificó que en su café cumplen la norma de ruido.
Allí la música no trasciende al exterior porque el café, con muebles y poltronas, fue diseñado para la tertulia. Se lamentó, eso sí, porque en la zona hay unas discotecas que ponen tanto volumen que invaden el ambiente de su negocio.
Carolina, administradora de otro café, destaca la armonía que se siente en su establecimiento, con música suave. Uno de los clientes, Jorge Giraldo, valoró que conversa sin gritar.
Dos policías que vigilan el sector admitieron que los vecinos sí se quejan del ruido de algunos negocios o de clientes que continúan la rumba con los equipos de sonido en la calle.
"Cuando nos requiere la ciudadanía, pedimos en los negocios que le mermen a los equipos y lo mismo hacemos cuando se trata de vehículos. Pero cuando uno se va, vuelven e inician la bulla y ante eso no podemos hacer nada. En ese caso hay que acudir a la inspección".
En Bulerías, en la única residencia que se ve movimiento de personas, una mujer que abrió la puerta, indicó que no tienen problema con el ruido: es "una casa de muchachas".
El mayor caos está en los bajos del cerro Nutibara. Uno de los residentes manifestó que ya no quiere denunciar más el problema y que la autoridad no ha hecho nada por su tranquilidad. "Deberían instalar una cámara de vigilancia", propone.
"Nos cansamos de mandarle cartas a la Alcaldía y llamar la Policía, esto todos los días empeora. La entrada por la vía al cerro Nutibara se llena de carros y de muchachos que consumen drogas. Para acabar de ajustar, nuestro sueño depende de la fiesta que quiera hacer el carro que tenga el equipo más potente", indicó el hombre.
"Las administraciones de Medellín no han hecho nada para ponerle fin a este tormento. Debe ser rentable tener estos negocios en una zona que hasta hace poco fue residencial, aunque me pregunto, ¿cuánto les hemos pagado en predial?
Vía Twitter, la Secretaría de Gobierno anunció la reestructuración del Programa Rumba segura, en conjunto con los comerciantes de la noche.
Consultados por las novedades que se deben esperar manifestaron que "estamos construyendo el plan sobre lo bueno que teníamos y mejorando lo que no funcionaba".
Tapones para los oídos y paciencia parecen ser las medicinas que quedan por aplicar, porque, con tremenda rumba, vender la vivienda es una salida no muy fácil de lograr.
¿QUÉ SIGUE?
EL COMERCIO ESTA ABIERTO AL DIÁLOGO
Juan Carlos Flórez, director ejecutivo de la Asociación de Comerciantes de la 33, Asocom 33, dijo que hace seis años están trabajando y siempre han estado abiertos a escuchar las inquietudes de los vecinos. "Los problemas de contaminación auditiva que han denunciado los residentes los hemos solucionado a través del diálogo", aseguró.
Flórez lamentó que de hace año y medio para acá los residentes no quieran conversar y hayan optado por las vías jurídicas. Aseguró que para cumplir las normas en torno a la contaminación auditiva, los negocios han cambiado de equipos e insonorizado sus establecimientos.