Según datos de Adida, en los últimos cuatro años han sido trasladados del Urabá antioqueño 47 profesores, y en tres lustros han sido asesinados 28.
Cualquiera que le escuche la historia a Diego* pensará que es muy de malas. Salado. Era maestro en Chocó y también, de cuando en vez, negociaba con madera. Hasta que el frente 34 de las Farc le cobró la primera vacuna, "pero ni que me sobrara la plata". Le tocó volarse.
Así, el año pasado terminó enseñando en el Centro Educativo Rural El Guineo, en Apartadó, una vereda en la que, entrando, solo se ven plátano y banano, después unas cuantas reses flacas y más arriba, potreros y monte. Una carretera flanqueada por montañas. Sin exageración, la boca del lobo.
Allá, a casi 40 minutos de la cabecera municipal, se volvió a encontrar con las Farc, esta vez con el frente 5. "Esa vereda está comandada y organizada por ellos".
Empezaron las clases y las reuniones, no precisamente con los padres de familia. El veto de los grupos armados no demoró. Como si fueran los rectores, o hasta funcionarios de la misma Secretaría de Educación, controlaron los recursos gubernamentales, los prohibieron.
Cuenta Diego que no hay cabida para las ayudas del programa Maná, menos para los recursos de Familias en Acción y, aunque parezca imposible, ni los restaurantes escolares tienen posibilidad de funcionar.
La intimidación no quedó ahí. Después los guerrilleros pasaron a lo académico y fijaron sus límites en materias que tuvieran historia de Colombia o, en sus palabras, "propaganda del Estado". Prohibido decir que todo el territorio nacional lo maneja el Gobierno, o que los únicos que pueden portar armas son la fuerza pública. "Se enojaban mucho por cómo manejábamos esos temas".
La historia de Diego se complicó, cuando en una de esas pesquisas, disfrazadas de reuniones, apareció el mismo hombre que le cobraba vacunas en Chocó. Fatalmente, al subversivo lo habían trasladado para el frente 5. Y empezó de nuevo el calvario. Volvieron las amenazas, así que la Secretaría de Educación de Apartadó lo trasladó a un lugar del que prefiere reservarse el nombre.
En las veredas
Antes de salir para El Guineo, un funcionario de la Alcaldía de Apartadó nos recomendó al fotógrafo y a mi que tuviéramos cuidado. "Por allá es mejor ir con alguien conocido. Lo más probable es que regresen sin historia alguna".
Subimos en un taxi Chevrolet Spark que parecía que se fuera a desbaratar por la carretera. Después de 15 minutos de viaje por camino destapado, ya las hectáreas extensas de banano y plátano habían desaparecido. Sólo potreros, monte, unos cuantos cultivos y casitas alejadas una de la otra.
Tras casi 40 minutos saltando sobre el pedregal llegamos al Centro Educativo Rural El Guineo. Hasta ahí llega la carretera. A lado y lado de lo que en ese momento se convierte en una cancha de fútbol, con arcos armados por tres guaduas, está la escuela y detrás sigue un camino de herradura, una trocha, al borde de una quebrada, que cuando se crece convierte el escenario deportivo en una piscina.
140 niños estudian en cuatro aulas, unas sin paredes y otras sin vidrios en las ventanas. La mayoría lleva botas pantaneras que no les impide jugar fútbol casi por media hora, en el momento del recreo.
En junio del año pasado francotiradores de las Farc mataron a un soldado en esa cancha. Según Rodrigo Édinson Zapata , exsecretario de Educación de Apartadó, el hecho creó zozobra en la comunidad.
El Urabá Antioqueño es tierra muy caliente para los educadores. Según datos de Adida, ofrecidos por Nelson Pérez , comisionado de Derechos Humanos de la agremiación, en el Urabá antioqueño se reportaron 12 profesores amenazados en 2008, todos reubicados; en 2009 fueron 12; 2010 tuvo 13 y 2011, el menor de todos, 10. Y, en los últimos 15 años, fueron asesinados 28 maestros.
Pero Ana Rosa Valencia, quien fue directora del Centro Educativo hasta el pasado 31 de enero, dice que los únicos problemas que tiene la escuela son los de hace tiempo: "Recursos para los estudiantes y una nueva sede".
Afirma que no ha presenciado en cuatro años ninguna irrupción de los grupos armados al margen de la ley, "nunca he visto nada". En el ambiente se siente la tensión, pero los maestros insisten que en El Guineo, no pasa nada. Que todo es muy tranquilo.
Bairon Velásquez Perea , profesor de Educación Física y Ciencias Naturales, insiste en que las únicas dificultades son por recursos y que saltan a la vista: sillas no en muy buen estado, tableros apoyados en el piso, una estructura débil. El tema de la violencia se evade.
Hay conflicto. Lo saben. Pero no hablan del asunto. Diego cuenta que para los estudiantes lo del conflicto es paisaje. Debido a enfrentamientos en junio del año pasado, todos los profesores se tuvieron que ir a Apartadó "a planeación" por tres días, hecho confirmado en la Secretaría de Educación. Ellos eluden el tema.
"Si hay un enfrentamiento temprano en la mañana, los niños esperan que termine para coger trocha y llegar a estudiar, como si nada pasara", relata Diego. Si la balacera los agarraba en clase, eran evacuados a la sala de informática, "aunque a veces teníamos resistencia porque los muchachos conocen todo, las distancias, las armas, los sonidos".
Cuando fuimos a la vereda El Guineo y a San José de Apartadó no vimos nunca, ni un guerrillero ni un bacrim, incluso, ni un militar.
Sin embargo, el comandante del Batallón Voltigeros de Carepa, coronel Liberato Estupiñán Acevedo , dice que continuamente se realizan operaciones militares en la zona. "Desde hace unos meses todo ha estado normal en El Guineo y San José".
El alto oficial también confirma que sí, que las Farc tienen cierto recelo con los recursos del Estado, como los de Acción Social, "por eso les asignamos acompañamiento cuando vienen".
La cobertura
Cuando Rodrigo Édinson Zapata llegó a la Secretaría de Educación de Apartadó, en 2008, había 32 de 59 escuelas rurales abandonadas, y no había como atenderlos porque dependían del Departamento. Así emprendieron el proceso de certificación para recibir dinero del Ministerio de Educación. Fue aprobado finalmente para 2010.
Ya con la bendición de la Nación, ubicaron a 40 profesores en las zonas rurales del municipio. En un video que tiene el departamento de comunicaciones de la Alcaldía, se ve cuando el anterior gobernante, Oswaldo Cuadrado Simanca , llegó a la vereda Playa Larga en helicóptero. La comunidad aplaudía porque llevaban 15 años sin que un profesor llegara a la zona. El panorama era de escuelas caídas, quemadas, escuelas de las que tuvo que salir la gente por amenazas.
"En esos días duros, había profesores que llegaban el martes a las veredas y se quedaban hasta el jueves y nomás, otros ni siquiera iban. Ahora el proceso se consolidó" apunta Rodrigo Édinson.
Hace tres años había 12 mil estudiantes cobijados por el sistema de cobertura privada. Hoy son alrededor de 5 mil.
Escuelas ilegales
Las 32 escuelas rurales abandonadas que encontró la anterior administración están en terrenos ilegales que terminaron en manos de paramilitares o narcos, de los cuales ya no queda rastro. Hay 11 ya listas. Tienen profesores, pero no pueden recibir dineros del Estado, así que las adecuaciones se hicieron con la ayuda de la comunidad, por medio de convites.
Son los centros educativos en los cuales se forma la nueva generación de niños del Urabá antioqueño, en medio de la zozobra de la violencia De las apariciones repentinas de grupos armados, del control de recursos. Niños que han hecho cotidianas las angustias y los temores de ese conflicto, que en cualquier caso tiene menor gravedad e intensidad que el que tuvieron que enfrentar las generaciones que los precedieron. El mismo conflicto que puso en retirada a decenas de maestros como Diego, el profesor que tuvo la mala fortuna de ser perseguido y amenazado por dos frentes de las Farc.
Nombre cambiado a petición de la fuente.
Antecedentes
CONTROL EN LAS ZONAS RURALES
Efrén Antonio Pineda Rojas, miembro del comité de amenazados de Apartadó, cree que la situación en las veredas del municipio fue más difícil hace unos años. "Había mucho conflicto entre paramilitares y guerrilla, mucha delincuencia común".
Opina que puede ser cierto que los profesores tengan que pasar varios anillos de seguridad que imponen grupos armados como la guerrilla y las bacrim, "aunque eso sucede en las zonas más apartadas". También suma que, debido al conflicto de otrora, la comunidad se volvió celosa y desconfiada, "ellos buscan formas para protegerse".