Tras su muerte, el polémico urbanista dejó sembradas sus ideas en una nueva generación de arquitectos.
Carlos Julio Calle echó a andar para nunca más volver. La segunda muerte se lo llevó, a lo mejor entre imágenes de su gran amor por las ciudades abiertas entre plazas y senderos, perdido ya por la energía que le robaron una culebrilla, la diabetes y los 83 años.
La segunda muerte, porque según su hijo Carlos Eugenio Calle -arquitecto también- el lunes en la mañana cuando el corazón se le durmió, ya había dejado de ser el urbanista vehemente que buscó una Medellín más humana. Que supo sembrar en la ciudad el edificio Inteligente de Epm, la biblioteca de Eafit o la sede del Sena; que le devolvió al caminante el espacio y la historia de Carabobo y acompañó su proyección al norte, referente de la urbe de hoy, moderna, sorprendente y amable.
El que murió fue el padre y esposo que su familia atesoró en los últimos años.
-Mi papá murió dos veces -un reloj de péndulo se escucha bajo la voz del hijo mayor en la sala llena de los objetos que dan cuenta de su vida-. Hace ocho años, cuando la culebrilla le llegó al cerebro envejeció 15 o 20 de la noche a la mañana. No recordaba gente ni sucesos.
Su trazo en la urbe actual
Una mañana gris sobre el sur del Valle de Aburrá se abre ante la vista del director del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit (Urbam), el arquitecto Alejandro Echeverri Restrepo.
- Maestro y amigo, interlocutor extraordinario -anota-. Su lucha fue poner en primer plano la ciudad para la gente, su primer piso, el transporte público y la calle, lugar de encuentro.
Echeverri fue gerente de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) en la alcaldía de Sergio Fajardo. Entonces contó con apoyo de Calle para los Proyectos Urbanos Integrales que marcaron el inicio de una transformación de la ciudad en los barrios.
-Trabajó con nosotros en la definición de la recuperación de Carabobo, en los parques biblioteca y los PUI -recuerda.
Caminante de ciudad
Su andar empezó en el barrio Prado. Medellín era apenas el embrión de ciudad que hoy despunta. Se fue a Maracaibo, entre Caracas y El Palo y por allí siguió hasta que a los 32, Arquitecto de la UPB, con esposa y tres hijos, se aventuró hacia Liverpool (Inglaterra) a especializarse.
-En esa misma ciudad aparecieron los Beatles -Carlos Eugenio se sobrepone al ritmo del reloj dando fuerza a cada palabra que lleva a las calles inundadas por Harrison, Lennon, McCartney y Starr, que fueron parte de su infancia y convirtieron a su padre en hombre atemporal y rebelde, que veía a Dios en todas las cosas, pero no un Dios de miedo e impostura. Para entonces había solo seis familias colombianas en Gran Bretaña.
-Fue un gomoso, un soñador, un niño en todos los aspectos -cuenta-. Amante de las carreras de autos, del olor a aceite de ricino del motor revolucionado. Así era con la música, la literatura, el arte y la ciencia. Imposible encontrar mejor lector.
El estudio de la casa está lleno de discos. Se combinan los Beatles, el tango y el jazz. Sonidos de Londres, París, Nueva York, Buenos Aires y Chicago, urbes que lo obsesionaron y le sirvieron para mirar a Medellín.
Con Humberto Escobar, corredor de carros, trajo de Inglaterra un Hillman Imp y dos Mini Coopers, que aceleraron por la vía a Santa Elena.
El adiós
Detenido al borde de una calle, en su carro, Juan Fernando Forero, alumno y colega, no pudo contener las lágrimas al recordar al que consideró como un padre.
-Desde que tenía diez años, cuando éramos vecinos, me indujo a la arquitectura. Por él soy lo que soy -recordó los años de Patio Bonito, cuando le mostró en su carro, de pasada, la arquitectura en las cosas sencillas-. Era el papá diferente, ingenioso -dijo con la voz quebrada.
Otro colega, Luis Fernando Arbeláez lamentó su muerte.
-Fue polémico, conocedor de la ciudad, se opuso al traslado a La Alpujarra -anotó.
La Alcaldía resaltó el legado de Calle. "Fue un extraordinario urbanista y un arquitecto trascendental para la ciudad por su obra física, y sobre todo por su obra cultural, filosófica y técnica", señaló el director de Planeación, Jorge Alberto Pérez.
La urbe peleada
Tras un segundo viaje a Inglaterra, esta vez para especializarse en Ecología Urbana, fue entendido como rebelde al reclamar una ciudad para andar y encontrarse. Se opuso a la cicatriz que abrió la avenida Oriental y a proyectos que no tenían reversa, movidos por intereses políticos y el crecimiento de la ciudad sin control.
-Lo atormentaban la corrupción, las decisiones que afectaban a todos y podían tomarse para beneficio de unos pocos -anotó su hijo.
Al final ganó algunos espacios a la ciudad cuando miraba solo hacia las avenidas e intercambios viales. Y tocó en la academia a otros creadores hoy comprometidos con hacer de Medellín una ciudad donde la vida corra como el río, en el primer piso, sin cerramientos, portadas, vigilantes y perros bravos.
Carlos Julio Calle echó a andar por Ayacucho, Palacé, Bolívar y las pequeñas calles del Centro. Se perdió por Carabobo hacia el norte, en la ensoñación de una ciudad abierta para todos, una ciudad que apenas empieza hoy a florecer. Y su corazón, que dejó de latir, sigue en la marcha del reloj de su apartamento, en sus objetos y sus obras en la calle.
EN DEFINITIVAArquitectos y personalidades reconocen hoy a Carlos Julio Calle el aporte que hizo a la ciudad con su concepción urbanista y humana, presente en las nuevas generaciones.
PARA SABER MÁS
SU MEJOR OBRA
La biblioteca de Eafit es quizá la obra que dejó más satisfecho a Carlos Julio Calle. Su colega Juan Fernando Forero, con quien concibió el edificio, señala que "es una obra entera, como una escultura. Tiene mística, le entra la luz por unos tragaluces y crea un ambiente monástico. La terminamos hace 16 años y es como si estuviera abierta hace una semana. Es muy potente y ahí está pintado él: preciso, intransigente e incorruptible".