Si el 6 de octubre de 2005, los habitantes del barrio El Salado, de Bello, hubieran tenido más conocimientos, no habría ocurrido una desgracia tan grande, que dejó tantos muertos (35) y desaparecidos (16), dice Tatiana Benítez, que tiene plena conciencia de lo importante que es la información y saber actuar en caso de una emergencia.
Pero Tatiana no es funcionaria de un organismo de emergencia ni nada que se le parezca: ella tiene diez años y hace parte del Club El Salado, que por ser un barrio tan azotado por avalanchas, trabaja fuerte y de la mano con el Área Metropolitana en la gestión del riesgo.
Ella y su compañero Tom Builes, de 11 años, saben que ese 6 de octubre, desde el alto de San Féllix, bajó una avenida torrencial de la quebrada El Barro, que en su descenso vertiginoso por las montañas, arrasó con 11 viviendas de El Salado, dejando el saldo trágico anunciado arriba.
De esa tragedia les hablaron sus padres y ellos aprendieron la importancia de la prevención y ahora, junto a otros niños, dan ejemplo de cómo actuar en caso de emergencias similares.
“Lo primero que hay que tener en la casa es enlatados, porque es comida que se conserva; también paquetes con otros alimentos, como maní, chocolatinas y cosas fáciles de llevar, y elementos como una brújula, un botiquín que incluya gasa, agujas e hilo y todo lo necesario para una curación”, explican Tatiana y Tom.
La gente los oye con atención y se sorprende de la claridad con la que los infantes abordan el problema. Su charla se da en el marco del Seminario Internacional Gestión del riesgo de desastres y desarrollo: acciones para la sostenibilidad, organizado por el Área Metropolitana, el Dagrd y la UPB, que inició ayer en el Jardín Botánico con una agenda orientada a crear conciencia de la importancia de hacer una buena gestión del riesgo para que los cambios del clima y los eventos naturales no tomen a los ciudadanos y a las instituciones sin las harramientas para encararlos.
Instituciones y comunidadPara María del Pilar Restrepo Mesa, subdirectora Ambiental del Área Metropolitana, la comunidad es un pilar vital de la gestión del riesgo y casos como el de los niños de El Salado, que a tan corta edad ya dan lecciones en este tema a los adultos de su barrio y en las escuelas y colegios, animan a creer que es posible sembrar conciencia.
“En el área metropolitana, como región, tenemos muchos tipos de riesgo, no solo el ambiental por la calidad del aire, sino riesgo sísmico, por incendios forestales en tiempos secos, que nos genera pérdida de biodiversidad y conectividad ecológica; también por inundaciones, movimientos en masa, deslizamientos, y la comunidad debe ayudarnos identificándolos para la institucionalidad poder actuar”.
Restrepo recuerda que para cosas tan elementales como los árboles riesgosos, el Área dispone de una brigada arbórea que apoya los barrios.
“Lo importante es que la comunidad conozca el riesgo, se apropie y las medidas se tomen con una marca conceptual: prevenir, mitigar y corregir en el episodio crítico”.
El Dagrd, el organismo que gestiona el riesgo en Medellín, sostiene que en este tema más que recursos e insumos, lo esencial es el conocimiento. Su director, Camilo Zapata Wills, señala que en la ciudad están claros los riesgos y que las zonas y sus amenazas fueron identificadas por el POT.
“Hay amenazas por inundación, deslizamiento, pero el riesgo no es estático, es cambiante y hay que adaptarse siempre a esas amenazas”.
Advierte que las comunidades deben entender la gestión del riesgo como la única forma de cambiar realidades.
“La gestión de riesgo no es solo hacer actividades, va más allá e incluye la identificación, pues ese solo hecho me puede permitir saber a qué me enfrento, conocer la situación para tomar medidas, acciones y prepararme”, aclara.
Admite que las realidades no se pueden alterar: si una zona es sísmica, lo que hay que hacer es analizarla, entenderla y prepararse para reaccionar ante la eventulidad.
Entre los expositores estuvo Juan Pablo Sarmiento, director de Investigación en el Instituto de Eventos Extremos de la Universidad Internacional de La Florida (E.U.), que lleva varios años trabajando en programas de riesgo con organismos de Medellín y ya conoce la ciudad.
Expuso que pese a las diferencias entre su Estado y Medellín, hay coincidencias: “Hay factores comunes que tienen que ver con el comportamiento, la actitud, el papel de las instituciones, las comunicaciones”, señaló al recordar que en La Florida hay mucha población colombiana.
La decana de la Escuela de Ciencias de la Salud de la UPB, Mónica Uribe Ríos, precisa que en su facultad existe hace 13 años un Área de Emergencias y Desastres, que capacita al personal médico en la atención prehospitalaria. Los estudiantes del área médica apoyan a las instituciones en la atención de las emergencias.
“Hoy en día todo está asociado al cambio climático, es algo transversal y por eso está en los objetivos del Desarrollo Sostenible”, indica.