LOS ÚLTIMOS DÍAS de diciembre, el expresidente se baja del avión en que monta todo el año y se pasa a los caballos, una de sus pasiones. Unas horas de tertulia con sus paisanos del Encuentro de Dirigentes del Suroeste.
Exultante, como un niño con juguete nuevo, el hombre monta en sus caballos en el pequeño albero de su casa de campo, donde se le oyó decir que sacará unas tarjetas con la leyenda "Álvaro Uribe ofrece sus servicios para machacador (domador) de caballos".
Al observar la plenitud de su rostro y la comunión que genera con sus animales, uno piensa que este es uno de sus estados más próximos a la felicidad. Luce tranquilo y enérgico, con bríos de muchacho, en una especie de catarsis, de la que no quisiera salir el resto de sus días.
Uno a uno, les saca los mejores pasos a la yegua Embrujadora, al potro Quebrancho, a Sormenudita (su compañera por más años), y a Bruja Inocencia, con la que ya tiene "montado" una especie de show para sus amigos, por la docilidad para seguirle el mando.
El escenario es el Circo-Teatro Hato Chico, el picadero que montó en su finca de Llanogrande, una estructura de madera con un entramado de guadua para formar el techo, cubierto con hoja de palma traída de El Ubérrimo, en Montería.
Con la cobertura de ese coliseo, de 16 metros de diámetro, puede soltar rienda a su pasión: los caballos, porque "esa inundada de la finca me tenía loco" y no lo dejaba cabalgar a su modo.
Y con el nombre quiere rendir homenaje a dos lugares emblemáticos en su vida: el Circo-Teatro de Titiribí, patrimonio arquitectónico nacional; y a la hacienda Hato Grande, a la que no fue en sus dos periodos presidenciales, pues siempre prefirió a su hato pequeño de Rionegro.
Cuando tenía 17 años -evoca- lo invitaron a torear en el Circo Teatro de Titiribí, a favor de la recuperación del cementerio que estaba muy deteriorado. "Le conté a mi papá y me dijo: usted de allá tiene que salir en hombros, sea para el hospital o para el parque".
Hato Chico, ese rincón de encuentros del afecto es sólo de momentos, pues cuenta que "desde que salí de la Presidencia no me he bajado de un avión".
Y lo respalda en que ha estado en unos 30 países en los que ha visitado 50 universidades. "Me la he pasado en compromisos internacionales, aquí vengo a defenderme en los juzgados", afirma con ironía.
Lo que le pagan por sus conferencias afuera -añade- es para financiar la universidad virtual que puso en marcha "y para los abogados".
Así de expresivo y locuaz, trasciende su tertulia de fin de año con sus amigos del Encuentro de Dirigentes del Suroeste, quienes le llevaron café y miel de abeja "para que se vuelva hiperactivo", según su primo, Benicio Uribe.
Entre risas agradece el "energizante" porque llegó de viaje el 22 y lo cogió un virus que lo tuvo "moribundo", tanto que apenas lo dejaba levantarse a las 4:30 de la madrugada.
Les confiesa a sus paisanos que le preocupa una producción cafetera de apenas 8,2 millones de sacos, cuando el país puede con una de 17 millones de sacos.
Pero a la hora del café y los buñuelos, Uribe no toma tinto, prefiere una aguapanela con sabor a maracuyá que le trajeron de Yolombó.
Uribe no trasnocha ni para dar el feliz año, y hoy se acostará antes de media noche. "Soy comprador y buen mesero, pero no bebo", advierte.
Eso sí, retomará la rutina que le exige menos sacrificio: el primero de enero se levantará a las 4:00 de la mañana a dar a los suyos el saludo de año nuevo.
Implicaciones
La universidad: sueño en marcha
Uribe aprovecha la visita para compartir su proyecto de creación de una universidad virtual, con algunas sedes de apoyo, la primera de las cuales estará en Fontibón (Cundinamarca), y una más en Salgar, tierra de sus raíces familiares, en el Suroeste antioqueño. Mi idea -dice- es una universidad para 200.000 estudiantes, como la Autónoma de México, y no voy a comprar ningún equipo porque todo será con maquila. "Tengo gente en México y en Brasil que pone los equipos y me cobran por estudiante", precisa.
Será "una universidad de calidad, popularmente asequible y sin ánimo de lucro", en la que ya trabaja el exdirector del Sena, Darío Montoya.