Sobre este barrio pesa un estigma de violencia. Sin embargo, sus habitantes quieren que los conozcan por su valores. Estas son sus historias, ejemplo de vida.
El martes por la tarde, cuando Juan Pablo Barrientos, el director de Teleantioquia Noticias, estuvo en el barrio La Sierra parecía una reina o un político: no paró de saludar a quienes encontró a su paso.
Mientras caminaba cuesta abajo, desde la terminal de los buses hasta la casa de su mamá adoptiva, un alistador que lavaba una buseta a chorros de manguera, le dijo: "¡eh ¡Y ese milagro, parce " Aunque no había tal, según respondió el periodista: "yo vengo por lo menos una vez a la semana, pero no te había vuelto a ver". Un conductor le estrechó su mano. "¿Te estás manejando bien?". A un hombre que asomó su humanidad descamisada por el balcón de su casa, le alzó una mano abierta, la diestra. A un carretillero que estaba a punto de doblar la esquina, le gritó un saludo. A una mujer atareada en la cocina de su casa, a quien alcanzó a ver desde la calle por la puerta abierta, le expresó unas palabras cálidas.
"Ese es amigo mío", se escuchó comentar a un hombre que iba parado en la primera escala de la entrada de un bus que empezaba su recorrido.
Juan Pablo es uno de los hijos predilectos de La Sierra. Cuando estuvo trabajando como corresponsal de La FM en Washington, muchos se pegaban al radio para escuchar sus breves intervenciones. Y ahora que dirige el noticiero del canal regional, no se pierden emisión.
Todo el mundo allá, en ese barrio del extremo centroriental de Medellín, en cuya ladera golpea el viento para retornar al valle, conocen su historia. Cuando él cumplió año y medio, su madre biológica, habitante de otro barrio, lo dio en adopción a doña Trina, una pintoresca y espontánea mujer que lo sumó con gusto a sus ocho hijos, y lo crió en su tugurio de madera.
Los vecinos lo vieron crecer, como a los demás integrantes de la familia, estudiando en la escuela de Villa Turbay, porque en La Sierra no había ni hay centro educativo.
Cuando terminó el quinto grado, parecía que hasta ahí llegaría la educación del muchacho. Esa escuela no tenía todavía bachillerato, como lo tiene hoy, de modo que si quería estudiar en otra parte, había que pensar en gastos de transporte y la mamá le dijo claramente que no había plata para ello.
De todos modos, Juan Pablo bajó a estudiar al Iném José Félix de Restrepo, en El Poblado. Fue entonces cuando, como él mismo lo dijo, conoció la otra Medellín, la Medellín rica.
El edificio de la Farmacia San Cosme, cercano a la terminal, lo fue construyendo su madre con el esfuerzo de todos, cuenta Juan Pablo. Cada semana compraba veinte ladrillos y cuando ajustaba mil, adquiría hierro.
Cuidaban cerdos. "La gente me veía pasar por la mañana empapado de aguamasa para los marranos, antes de darme un baño y bajar a estudiar". Y cuando había sacrificio, salir a vender morcilla por las empinadas calles de La Sierra.
Como en el barrio, fundado en 1979 por desplazados de la violencia de otras regiones del país y de otros barrios de Medellín, no había más profesional que el cura, Juan Pablo quiso seguir sus pasos. Entró al Seminario Mayor, pero lo expulsaron y emigró a Estados Unidos a aprender inglés. Terminó viviendo allá, estudiando comunicación social de manera virtual. Obtuvo una beca en la Universidad de Georgetown para una maestría en Estudios Latinoamericanos y Gobierno y ejerciendo el periodismo como corresponsal del periódico El Mundo, de Medellín, primero, y de La FM, después. Allá conoció a su mamá biológica, con quien lleva buena relación.
Al regresar a su ciudad, Juan Pablo quiso ser concejal por el Partido Verde para ayudar a su barrio, donde falta casi todo, como lo corrobora Adriana Rodríguez, la presidenta de la Junta de Acción Comunal: empleo para más de 1.500 jóvenes; programas culturales como el de la red de bandas de música, escuela de hip hop... Y en materia de infraestructura, también: puesto de salud -cuando hay confrontaciones, a los heridos los deben llevar a la Unidad Intermedia de Buenos Aires-, colegio, casa de la cultura, gimnasio.
Veintidós votos le faltaron a él para llegar al Concejo.
"La esperanza que tenemos en el barrio es la construcción del metrocable", mencionó Juan Pablo.
Para dejar aquí el caso del periodista, digamos que tres hermanos suyos han sido asesinados.
Cantantes, deportistas
Como Juan Pablo Barrientos, en la Sierra hay numerosos jóvenes que le apuestan a la vida.
Norberto Castaño se expresa con el hip hop. Su rap es una protesta por la situación de abandono en la que "los gobiernos mantienen a mi barrio y a muchos otros". Tiene un grupo musical, Latin Power, desde hace siete años. Viene luchando, año tras año, para que lo contraten en la Feria de las Flores, pero le ha resultado imposible. Le gusta enseñar las artes a los otros muchachos para "mantenerlos ocupados y no terminen metidos en la violencia" y por eso adelanta "con las uñas" un programa llamado Código 8 -aludiendo al número de la comuna a la cual pertenece La Sierra-. Y tiene un sueño: conformar una escuela de hip hop para que niños y jóvenes aprendan break dance, canto, grafiti.
"Cuando yo era un muchacho -cuenta este hombre de 26 años-, en vista del hambre que aguantábamos en la casa, la estrechez en que vivíamos y hasta por curiosidad, un día fui yo quien se arrimó a un combo delincuencial a pedir trabajo. Yo no lo veía como algo malo, sino como un empleo. Esos pelados comían bien, vestían mejor, andaban en motos y tenían niñas lindas y, usted sabe, uno quería tener eso también. Hablé con el "duro", pero él me dijo de una: 'no, parce, usted no es para las armas; usted es para otra cosa: para el trabajo social, para cantar' y no me recibió. Hoy le doy gracias a Dios porque de haberme torcido, no estaría aquí contándole el cuento".
Norberto estuvo contándome el cuento junto a una pared de esquina pintada con un paisaje urbano: hay un rapero cantando, el templo Santa María de La Sierra, algunas casas del barrio y un letrero: "Contágiate de cultura".
A Harrison León Jaramillo lo conoce mucha gente en Colombia porque, animado por su padre, Benjamín, ha participado en el espacio televisivo Factor X. Es un chico de trece años aficionado al canto de despecho.
"Ya ha cantado con Giovanny Ayala y Jhonny Rivera", contó orgulloso su padre.
PARA SABER MÁS
Apoyo a Jóvenes por la vida
La instalación de una UVA -equipamiento cultural y deportivo en La Sierra está en estudio por estos días, por parte de La Secretaría de Cultura Ciudadana y el Inder. Según la titular de Cultura Ciudadana, María del Rosario Escobar, evalúan la disponibilidad de terrenos para su construcción.
Jóvenes por la Vida: es una propuesta que empezará en septiembre. "Más que equipamiento, es un programa de apoyo a iniciativas culturales", dijo Escobar. Reiteró la voluntad de la Administración y de su despacho en trabajar con los habitantes del sector para mejorar sus condiciones de vida.
EN DEFINITIVALa Sierra carece de equipamiento: no tiene centros culturales ni deportivos. La pobreza es evidente. No obstante, muchos de sus habitantes deploran la guerra y luchan por vivir mejor.