El expresidente visitó su pueblo para hablar con estudiantes. Los alentó a prepararse sin cesar.
En su alegre visita a Amagá, Belisario Betancur Cuartas brindó con champaña y empanadas por el reencuentro con estudiantes de su pueblo, en la biblioteca del Liceo San Fernando.
Era el remate de un día, el viernes pasado, lleno de conversaciones con alumnos de tres planteles educativos. Su voz ronca y pausada no se cansó de repetir que solamente con estudio había salido de la pobreza material y de una ignorancia que lo hubiera condenado a repetir una historia de miseria. Y, sobre todo, que si él había podido conseguirlo, ellos también podrían hacerlo.
Había llegado a las 10:30 de la mañana, bajo un cielo azul y un Sol potente que terminaba de secar las calles mojadas por el aguacero de la víspera. Como la visita había sido planeada con escaso tiempo de antelación y estaba dirigida a estudiantes, pocos paisanos sabían que ese hombre nacido en la vereda El Morro de La Paila, el 4 de febrero de 1923, llegaría a visitarlos. Ni siquiera los vendedores del parque central estaban enterados.
Llegó directamente a la Normal Superior, donde sus integrantes estaban listos para hablarle y escucharle. Entre los estudiantes se destacaba la figura de un hombre de 96 años, vestido con traje gris de tenues cuadros, corbata y sombrero barbisio negro. Era José González , conocido popularmente como el Poeta de Amagá. Hacía unos minutos, mientras esperaba, contaba a quienes estaban cerca de él que durante su infancia había sido amigo de Belisario. Jugaban bolas, rompían corozos para comer su almendra y robaban guayabas "en la finca de un Pedro Echeverri , situada en la punta del pueblo".
Después de los saludos de Belisario a su viejo amigo; al alcalde local Juan Carlos Amaya , y al de Fredonia, Jorge Mesa Ochoa ; al director de Cultura Julio César Uribe , y otras personas, comenzó el homenaje. Un profesor leyó una autobiografía del expresidente. Contaba que aprendió a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir, gracias a los arrieros compañeros de su padre, Rosendo.
José González declamó un poema que compuso "más bien de prisa, esta semana, cuando me dijeron que él vendría a vernos", en el cual habló de Amagá, por supuesto, y en la última estrofa decía: "Aquí tenemos a Belisario Betancur , que ya se grabó en la historia./ Alevantó (sic) la bandera/ y gritó ¡viva Colombia ".
Cuando llegó su turno de hablar, Betancur dijo: "Me siento muy satisfecho y muy honrado de estar en mi pueblo" y complementó los datos sobre su vida que habían leído antes. Que tenía cuatro años cuando ya iba y venía con su padre, atado a la retranca de una de las mulas, en viajes por el Suroeste y era en los ratos de descanso, cuando los arrieros le enseñaban letras y números.
Con esos conocimientos, "era una especie de genio" entre los pequeños de las montañas donde creció. Y la maestra de la escuela, misia Rosario Rivera , lo ocupaba en la labor de enseñárselos a los otros niños, pero no podía aceptarlo en las aulas porque no tenía la edad mínima para matricularse en primer grado: siete años. Aunque, tal vez en compensación, ella le "enseñaba cosas correspondientes a grados más adelantados".
Belisario sugirió al Alcalde publicar una serie de libros con obras de amagaceños como los escritores Emiro Kastos -seudónimo de Juan de Dios Restrepo -, Rómulo Góngora -nombre artístico de Ramón Gallo -, Zoilo Vanegas, David Velásquez, Wenceslao Montoya ; el sociólogo Emilio Calle , y el antropólogo Graciliano Arcila , en ediciones para niños.
"Más que lo que yo haya hecho por Amagá, todo lo que soy se lo debo a Amagá", fue la respuesta del expresidente a un profesor que le preguntó sobre las "obras significativas" que ha hecho por su pueblo. No faltó quien hablara por él: mencionó las casas sin cuota inicial que entregó el Estado durante el cuatrenio del amagaceño y de las cuales "yo fui un beneficiario", y del esquema de universidad a distancia que fue gran aporte para personas sin recursos económicos o sin tiempo diurno para ir a estudiar.
Su error: la política
Por petición del propio visitante, el almuerzo fue sancocho de gallina y guandolo -una bebida semejante a la aguapanela-. Lo sirvieron en el Hogar Juvenil Campesino y Minero. Según las cocineras, algunos de los ingredientes los producen allí mismo: gallinas, plátanos, yucas y aguacates. Durante esta comida, algunos parientes acompañaron a Belisario en la mesa. Y un grupo musical interpretó bambucos.
En el Hogar, el alumno de misia Rosario también fue al auditorio a hablar con los estudiantes. Adolescentes que se benefician de cursos de artesanías y labores agropecuarias, así como del hospedaje, en caso de que sus viviendas estén retiradas de la cabecera municipal. Allí, la primera pregunta no podía ser más adecuada: una chica le instó a hablar de su vida campesina.
El amagaceño más universal evocó estampas del campo, como la recolección de café, en la cual poco le rendía porque estaba enamorado de una chapolera casi veinte años mayor que él, aunque ella nunca se enteró. De su diversión como "jefe de bandidos", montando caballos ajenos. No obstante, todos los pasajes -así los revela- están atravesados por la educación.
"A partir de este instante -les dijo- empieza el resto de nuestras vidas. Les recomiendo que consigan una libreta y apunten en ella cada noche algo que les haya llamado la atención durante el día. Con los años, esas libretas les servirán. A mí me han servido".
Siendo un hombre del estudio y la literatura, por qué se dedicó a la política, le preguntó un hombre que se deshizo en palabras de admiración.
"Creo que fue un error de mi parte -respondió el amagaceño que ocupó la Presidencia de la República entre 1982 y 1986-. Que yo me diera cuenta de que debía dar ciertos pasos para llegar a la Presidencia, no. Gobernar no es fácil -continuó-. Y yo cometí muchos errores". Y habló de la incomodidad de andar con escoltas por todas partes. "Tengo un grupo de 18 escoltas; no hay intimidad".
Unas niñas, a quienes el muy donjuán les señaló que algún día una de ellas llegaría a ser miss Colombia, le regalaron una artesanía de hoja de palma hecha con sus manos.
Mientras caminaba a su auto para ir al Liceo, Belisario me dijo que las libretas le habían servido para complementar escritos y hasta para afinar la caracterización de personajes literarios. Y que en su vereda solían decir que cada noche de Viernes Santo aparecía una gallina con huevos de oro, pero por más que trasnochó para verla, nunca lo logró.
Más tarde, en la biblioteca del Liceo San Fernando, que lleva el nombre de su madre, Otilia Cuartas , el dirigente habló de dos colecciones que le donó al plantel: Clásicos Castellanos, de editorial Espasa, y Biblioteca Popular de Literatura Colombiana. Exaltó sobre todo las bondades de la primera, que no se consigue en el mundo.
Dijo que el nombre de su madre en la biblioteca es "un poco exagerado" porque ella no fue una mujer letrada sino una campesina simple. Que su gran obra fue tener 22 hijos que la fueron matando, no de tenerlos, sino de irlos enterrando: cada que uno de ellos moría, "ella enterraba un pedazo de su corazón".