Casi 10 años tienen los hijos de uniformados participantes en la retoma, con mujeres del barrio.
Durante su época de soldado, José Guillermo Ortiz miró la muerte a los ojos por lo menos cuatro veces. Sin embargo, para él, esos episodios se le antojan cuentas de cobro más bien baratas, pues pertenecen al tiempo en el cual asistió a la fundación de su felicidad.
Él hizo parte del millar de uniformados que realizó la Operación Orión, en la Comuna 13 de Medellín, que si bien en su golpe fundamental se desarrolló entre el 16 y el 20 de octubre de 2002, las maniobras de control del orden público se mantuvieron durante meses, con bases instaladas permanentemente. En una de ellas, la de La Colina, él pasaba parte de los días y las noches abrazado a su fusil o regresaba a ella después de hacer rondas grupales por algunos sectores de esos barrios de ladera, en el primer semestre de 2003.
En uno de tales patrullajes fue cuando, en un recoveco del sector de La Marranera, el azar condujo sus botas y las de uno de sus compañeros a un campo minado. Estaban advertidos de que había terrenos sembrados de explosivos, pero, por supuesto, estos artefactos resultan imperceptibles. Uno de los dos pisó una mina y ambos volaron por los aires. Tras el impacto, cada uno de ellos pasó su mirada escrutadora por su propio cuerpo y por el de su "lanza", no fuera que alguno de los dos hubiera quedado incompleto. El aturdimiento, que se instaló en sus oídos durante dos días, fue la única consecuencia.
Cada mediodía del mes de febrero de 2003, estando de guardia, veía con deleite el paso de una colegiala a quien él tampoco le resultaba indiferente, en su recorrido cuesta abajo hacia La América, donde estudiaba. Sonreían, pero nada se decían. Hasta que un día, él se decidió: con ayuda de otro soldado, aprovechó el paso de la chica para cantarle una estrofa de una canción costeña: Oye, morena, si me quieres, por qué no me dices la verdad. Sabes bien que yo te quiero y nunca te podré olvidar.
Esa colegiala era Sandra Ossa. Tenía 15 años y cursaba noveno grado en el Carmelita Arcila. El resto es una historia llena de diálogos amorosos bajo el almendro del patio de la casa de los padres de Sandra; de cuidados de ella cada que él se veía en las últimas, como tras el balazo del que fue víctima en Guatapé, por culpa de un soldado drogo, quien jugando con su fusil, terminó alojándole un proyectil en el abdomen.
"Me sucedieron tantas cosas y, sin embargo, no me quedó ninguna discapacidad. Por eso, los compañeros me decían Terminator".
Ya es jefe de cocina en un restaurante de El Poblado. Es feliz al lado de su esposa y ambos hacen girar sus vidas alrededor de la de su hijo, José Daniel, un chico de siete años que cursa el primer grado en la escuela del barrio.
Esta es, pues, una historia de amor y familia surgida a partir de la Operación Orión. En esa retoma del control por parte del Ejército y la Policía fueron comunes los romances entre efectivos de la fuerza pública y las muchachas del barrio, pero los más de ellos eran amores pasajeros. Y si bien muchas chicas quedaron embarazadas, las más de ellas no relatan un cuento afortunado como el de Sandra, sino un drama de abandono en la pobreza.
La mayoría no responde
"A mí me ha tocado atender a mucho más de cincuenta niñas que quedaron embarazadas de soldados o policías de la Operación Orión -cuenta una religiosa, quien cree que es mejor mantener su nombre oculto-. Lo más común es que hayan quedado solas, levantando el muchachito, porque a los agentes de policía y a los soldados los trasladaron para otras partes del país. Dejaron a muchos niños huérfanos o abandonados y a muchas mujeres desengañadas. Algunas de ellas me contaban que al principio acudieron a batallones y comandos para averiguar por el paradero del papá del niño, pero no consiguieron enterarse de nada. Algunas mujeres se fueron del barrio".
Al grupo de madres que criaron a su hija en solitario, pertenece Mónica, mujer que oculta su apellido por razones que solo ella sabe y quien, después de vencer el temor y la desconfianza, se decidió a contar que ella era estudiante de noveno grado cuando conoció al soldado de quien se enamoró. Alcanzaron a compartir tres meses de conversaciones en horas libres del militar, cuando él -como también lo cuenta José Guillermo-, podía moverse por algunas calles del barrio vestido de civil, sin el camuflado que lo hacía blanco fácil de los enemigos milicianos.
Mónica debió dejar el estudio porque en su casa, si bien han sido solidarios con su situación de madre soltera, en especial su mamá, "no podían ni pueden darse el lujo de decirme: 'siga su vida tranquila de estudiante que aquí le criamos la niña'".
"Es usual que en barrios, veredas o municipios donde instalan bases militares se incrementen los embarazos -explica Diana Molina, asesora del Centro de Recursos Integrales para la Familia, Cerfami-. Las muchachas, en su pobreza y sin un proyecto de vida, ven en los uniformados una salida a sus problemas, creen que se las van a llevar a vivir con ellos... Además, ven en el uniforme un atractivo y en quien lo viste, a alguien con reconocimiento en la sociedad. Están convencidas de que van a obtener un lugar en el barrio. Aparte de estos valores simbólicos, el muchacho trabaja, tiene un salario y la puede mantener. Y muchos de ellos se aprovechan de ese poder de seducción".
Pero claro, a veces también hay enamoramiento, como señala Silvia García, directora de Mujeres que Crean, quien se sorprende un poco de conocer casos en los cuales los hombres, más allá de responder, se quedaron para formar un hogar, una familia, como sucede con José Guillermo: "esa, la de ellos dos, es sin duda una buena noticia", dice.
Recuerdos del General
El General retirado Leonardo Gallego, excomandante de la Policía en la Operación Orión trata de evocar situaciones amorosas protagonizadas por sus unidades durante esas acciones de hace casi diez años, pero ninguna anécdota acude a su memoria.
"Recuerdo que cuando comenzamos nuestra gestión en esa retoma de la Comuna 13, veíamos a niñas de 12 o 13 años embarazadas o ya madres con sus bebés en brazos. Esos son cuadros impactantes que vimos y resultan difíciles de olvidar", comenta el Exoficial.
Sobre policías flirteando con muchachas del sector, "algo escuché de eso, pero no me acuerdo de ninguna historia. Oí que algunas unidades, después de las acciones cumplidas en la Comuna 13 cuando ya había más tranquilidad, especialmente durante jornadas cívico-policiales, se relacionaron con mujeres, porque hubo una muy buena integración entre la Policía y la comunidad en general. Eso sí: siempre les decíamos a nuestros hombres que si se acercaban a las muchachas, lo hicieran con respeto, responsabilidad y buenas intenciones".
Nadie sabe cuántos son los hijos de la Operación Orión. Ni los organismos oficiales ni las organizaciones no gubernamentales tienen esa cifra porque, como algunos representantes de ellas explican, a la hora de registrar un niño nadie cuenta ese detalle ni viene al caso.
La monja citada en este relato cuenta que ha aconsejado y consolado a más de 50 mujeres por la misma causa. Varios líderes comunitarios que ahora dicen "yo no me meto en eso", cuentan que los casos fueron muchísimos, especialmente en los barrios donde estuvieron las bases, los puestos fijos.
Ahora los hijos de uniformados participantes en la Operación Orión y mujeres de la 13 tienen casi 10 años. Al mirarlos a los ojos, no son pocos los vecinos a quienes les llegan recuerdos de aquel episodio de la historia local n
Para saber más
DATOS ESENCIALES DE LA OPERACIÓN MILITAR
La Operación Orión fue un operativo militar realizado por el Ejército y la Policía, con apoyo de Fuerza Aérea, unidades del CTI y el DAS. Según cifras oficiales, participaron más de 1.000 uniformados.
La operación se centró, básicamente, en los barrios Belencito, El Corazón, 20 de Julio, El Salado, Las Independencias (son tres) y Nuevos Conquistadores.
El golpe inicial fue del 16 al 20 de octubre de 2002. Después siguieron varios meses de control de la zona, con presencia permanente de Policía y Ejército y bases establecidas en distintos sitios de la Comuna 13.
Según cifras oficiales, hubo 11 muertos: 4 militares, un civil y 6 rebeldes; más de 200 heridos, y 243 arrestos. Según líderes comunitarios, los muertos pasaron de 50.
La Comuna 13, en el Occidente de la ciudad, tiene 23 barrios y unos 140.000 habitantes.
Reacciones
LOS SOLDADOS DEBEN SER RESPETUOSOS
"Llevo dos meses en mi cargo de Comandante de la IV Brigada. En este tiempo he ido tres veces a la Comuna 13 a hablar con los habitantes de esa comunidad. Hasta el momento nadie me ha hecho reclamos sobre el comportamiento de nuestros hombres y tampoco me he enterado de casos positivos. Sé que hay soldados regulares que están allá viviendo. En todo caso, cada vez los miembros del Ejército, que son como todos los hombres del pueblo colombiano, son más respetuosos con todas las personas".