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Marco Tulio Atehortúa cumple 114 años y no le duele ni una muela

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Este hombre, quizá el más viejo de Colombia, hoy está de cumpleaños y conserva su lucidez.
Justo el día de mi cumpleaños, 29 de diciembre, escribo esta bella historia, la de Marco Tulio Atehortúa Daza, que este 31 de diciembre cumple 114 años y luce, si no radiante, tampoco vencido por el tiempo y las enfermedades.

El que tal vez es el hombre más viejo de Colombia, sonríe a carcajadas, se baña y se viste solo, anda por toda su casa apoyado en un caminador, tiene miles de recuerdos y la tranquilidad de haber llevado una vida sin conflictos y de mucha lucha.

-Yo nací el 31 de diciembre de 1898 -repite cada vez que le interrogo sobre su edad.

Le tocó el siglo XIX; el XX lo vio trabajar a brazo partido como aserrador, policía, zapatero o fabricante de jíqueras y alpargatas en su natal Cocorná, y el XXI ha sido testigo de su serenidad cargada de ternura y de su transformación en reliquia del pueblo, como le dijo el cura a Carmen Julia Gómez, la nuera que lo cuida hace 12 años, desde que enviudó de José Fernando, uno de sus hijos menores.

-Para mí es una dicha estar con él. Un viejito que no molesta y que nos hace reír -comenta esta buena mujer, campesina total y que no se guarda un ápice de su afecto hacia el anciano.

El puerto para fumar pipa
Para llegar a su casa, en la vereda La Peña, de Cocorná, hay que trepar una montaña que se eleva 190 metros. Allí el viejo se ancló hace siete años, cuando se vino a pasar los que creyó que eran sus últimos días al lado de la nuera del amor incondicional.

-No sabemos cómo, pero él se vino solo. Traía hasta carga, y acá se quedó.

Pero no llegó a obligar a nadie a lidiar con sus achaques. Se parqueó a descansar en una silla, a fumar pipa las 24 horas, a leer una Biblia amarillenta a la que la faltan hojas y tomarse de vez en cuando unos aguardientes que, según él, son la medicina para no sentir sobre sus huesos el peso de los años.

El viejo Marco Tulio está tan sordo, que tuve que armar un cono con cartón y acercarlo a su oído para que escuchara mis preguntas. Aún así había que repetirlas hasta cinco veces y casi a los gritos.

Pero cuentan sus familiares que es tan vital, que andan más enfermos sus hijos vivos (Gerardo, Bertha y Mariela), que él mismo, que lleva décadas sin visitar un médico.

Cuando ríe, que lo hace muy seguido, brotan los destellos de dos colmillos forrados en oro. Es el mismo brillo de sus ojos al responder cuál fue su secreto para mantenerse tan vital:

-Yo trabajé la agricultura de muchacho, después cogí el aserrío. Me tocó sacar 500 rastras de polín que no es poquito, me dijeron agalludo, pero no, me gustaba estar bien.

Adiós a las tristezas
Lo que menos espera Marco Tulio es el final. Aferrado a la voluntad de Dios, quiere estar en la Tierra hasta que él disponga.

-¿Cuál es el afán? -dice. Su nuera Carmen y su bisnieta Marta confirman que come de todo. Su dieta favorita se basa en empella, chicharrón y aguardiente o ron.

Y así como fue de agalludo para hastiarse de cortar polines, sigue siendo en sus ganas de vivir por siempre.

La mejor lección de vida la da cuando evoca a Clara Castaño, su única esposa, que falleció en el 84 dejándolo en soledad, pero no hundido en la tristeza.

-Claro que la recuerdo y da tristeza, uno más solo... pero si uno se dedica a pensar en una tristeza ahí se acaba, ja, ja, ja.

Si a la "reliquia" de Cocorná no lo mató el susto cuando vio pasar los primeros aviones y se arrodilló a rezar creyendo que era el fin del mundo; ni los guerrilleros y paramilitares que pasaban amenazantes y orondos por las orillas de su casa en La Peña; ni lo hicieron despedirse del mundo las muertes de sus hijos Esther, Manuel, Gustavo y Fernando y de su esposa, Clara, el inmortal Marco Tulio, tal vez, viva muchos treintaiunos más.

Ojalá así sea y nos vuelva a relatar la historia fascinante de la Madremonte, la que más disfrutan sus nietos y bisnietos que lo visitan:

-Era una mujer alta, más alta que el monte, yo estaba despellejando un conejo cuando la vi. Venía abriendo monte, iba pasando y me rozó por aquí (señala un muslo). Pero tampoco me dio miedo. Nunca he sentido miedo... n

"La vida es buena desde que uno sepa vivir, si no sabe no. Morirme no, hasta que Dios disponga hay que respetar su voluntad".
ANTECEDENTES
ESTÁ ENTRE LOS MÁS VIEJOS DEL MUNDO
Marco Tulio Atehortúa podría ser el hombre más viejo de Colombia, pues no se conoce otra historia similar, con excepción de la de José Rosario Serrano Arencas, un campesino que habría nacido el 5 de marzo de 1881 en El Carmen (Norte de Santander), pero nadie acredita documentos que lo confirmen. Si fuera cierto, este sería el más anciano del mundo, pues en los Récord Guinness aparece el japonés Jiroemon Kimura que nació el 19 de abril de 1897. Contrario a nuestra "reliquia" de Cocorná, han llegado noticias de que su salud es delicada y que incluso fue hospitalizado el 15 de diciembre pasado.

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